Como no, todos los que habían desconfiado del viejo campeón, aplaudían la gesta de Alí, renegando de sus apuestas iniciales.
Nada nuevo en este mundo nuestro, donde igual se crean ídolos, que se les descabalga. No voy a decir que yo no haya ejercido el toreo de salón, y que incluso hoy por hoy, me siento tentado de hacerlo o de mirar para otro lado cuando, la marabunta, se empeña en devorar a quién ha perdido pie, pero al menos, tengo detectado el problema, y renuncio a ello en cuanto empiezo a oler a cabrito.
La verdadera razón de todo esto, es la insana necesidad del ser humano de tener la razón hasta durmiendo. Da igual el tema, o la situación, el caso es demostrar que se es poseedor de la verdad, pese a quien le pese.
Esto se torna en enfermizo en el mundo del deporte, donde entre sus aficionados existe mayor número de entendidos que en cualquier otra ocupación del ser humano. El lema de un aficionado al deporte es claro: "nadie sabe más que yo, y yo sé más que nadie". La cosa se agudiza cuando el polemista ha practicado el deporte en cuestión, lo que, desde su punto de vista, le capacita para juzgar a quienes exceden en mucho sus "grandes gestas".

Da igual que Dani Pedrosa haya sido Campeón del Mundo en tres ocasiones, y que desde que llegó a Moto GP no haya bajado de la quinta posición final, lo importante es que no ha ganado en esta categoría. A eso se aferran sus detractores, aquellos que se mofan de sus caídas o de sus limitaciones. La victoria tampoco le libraría de las críticas, pero al menos estas se harían con menos vehemencia, y sin tanta mala leche, porque cuando el entendido del motociclismo se remanga, la cosa solo pasa por la victoria.
Fernado Alonso es otro buen ejemplo de lo injusto que podemos ser quienes seguimos el deporte. Dos veces vencedor del Campeonato de Fórmula 1, Alonso, es uno de esos pilotos a los que se le juzga por su simpatía personal, lo que deriva en que se le ningunee deportivamente. No falta quien trate de justificar esa animadversión parapetándose tras toda clase de datos, obviando que, lo quiera entender o no, conseguir ser el mejor una sola vez en la Formula 1, es más de lo que pueden presumir la mayoría de los pilotos de la historia.
Sus casos son solo un ejemplo, los destaco porque son ángeles caídos, aquellos que tocaron la gloria y la perdieron. Ahora las mieles del triunfo las saborean Jorge Lorenzo y Sebastian Vettel, pero como ellos, otros muchos viven a la sombra del número 1.

Valentino Rossi, Casey Stoner, Lewis Hamilton o el mismísimo Michael Schumacher, son testigos de cómo el entendido le vuelve la espalda a todo lo que no sea la victoria. La cosa va y viene, mañana cualquiera de ellos puede volver a ser el que sonría el último, porque el talento no les falta, como bien saben otros deportistas como Rafa Nadal, Roger Federer, Pau Gasol, Jorge Garbajosa...
No menos injusto es el papelón de aquellos que, por su luminosa incorporación al deporte de élite, son despedazados en cuanto al personal se le acaba la paciencia. Ricky Rubio, con solo veinte años, sabe lo que es ganar un Eurobasket y jugar la final de unos Juegos Olímpicos. Además ha subido al cajón de los ganadores de la Euroliga y dos veces al de los campeones de la Copa del Rey. Pero el listón de Ricky es terrible. Con una precocidad asombrosa, debutó en la liga ACB antes de los quince años, y desde entonces su nombre no ha parado de sonar como el de una futura estrella, por lo que su falta de progresión de los últimos años, ha supuesto una decepción para muchos de los que veían en él una suerte de Pau Gasol. Aunque, bien pensado, ambos tienen un punto en común: la injusta valoración de los entendidos en baloncesto.
Bojan Krick es un ejemplo similar de precocidad. Su pronta incorporación al primer equipo del Barça, hizo que se pusieran demasiadas esperanzas en él. Estrella en la categorías inferiores de su club y de la selección española, su paso al primer equipo no ha sido lo que muchos esperaban, pero siendo esto cierto, nadie podría decir que sus actuaciones puedan semejarse al fracaso. El año pasado, sus goles, fueron fundamentales para la obtención del campeonato de Liga, y si su gol en la semifinal contra el Inter no hubiera sido anulado, quizá hoy estaríamos hablando del héroe de la cuarta Copa de Europa del Barça. Pero el deporte es así, una reválida diaria en la que incluso quienes disfrutan de una situación a la que muy pocos son capaces de llegar reciben la etiqueta de fracasados.
De esto saben deportistas como Victor Claver, Sergio Rodríguez, Juan Carlos Ferrero, Carlos Moya, Karim Benzema, Emmanuel Adebayor...
El mundo del deporte es así, una maquina de trillar ilusiones y quemar deportistas, pero que nadie se descuide ni un momento, porque quizá, más pronto que tarde, alguno de esos a los que hoy observamos con mirada recelosa y describimos con lengua viperina, acaben vitoreados como Muhammad Alí, hace más de treinta y cinco años, y nos obliguen a comernos nuestras palabras.